Gracias a una propaganda banal, tendemos a creer que las
personas caen en dependencias farmacológicas por razones
distintas de las que llevan a contraer dependencias sociales,
higiénicas o sentimentales. Pero eso no es cierto.
La poderosa tendencia a formar hábitos hace que el hombre
sea un animal de costumbres antes incluso que un ser
racional, y buena parte de su vida transcurre dentro de una
fidelidad a ceremoniales apenas menos arbitrarios que los
zoológicos.
No olvidemos, asimismo, que todos los animales investigados
hasta ahora -desde caracoles a muchas familias de insectos,
vertebrados ovíparos y mamíferos- se intoxicarán
espontáneamente con vegetales psicoactivos y drogas
sintéticas. Todos ellos dan muestras también de rigurosa
moderación al hacerlo. LLamativamente, esta regla sólo se
altera cuando les despojamos de libertad y les infligimos
torturas adicionales.
En último análisis, lo invencible no es un deseo u otro, sino la
pasividad de nuestra vida psíquica, que determina el
cotidiano
imperio de alguna rutina.
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