martes, 27 de noviembre de 2007

Piernas



Piernas
entre piernas
entre piernas
entre voces
entre labios,
entre lenguas
entre suaves
que se llaman
que se gritan
que se mojan
entre noches
entre luces
que se apagan
que se dicen
que susurran,
que se gritan
que suspiran
que se gritan
entre flores
entre abiertas
entre ojos
que entrecierran
que se gustan
que se prueban
entre pruebas
que se gritan
que se callan
entremanos
que retuercen
entre dulces
entre abrazos
que se queman
en ladridos
que se cantan
empapados
que se saben
entrenados
entre sienten
que se silban
entre medio
los pecados
que se gritan
entre cielos
que desnudan
que se gritan
entre sienes
entre piernas
entre piernas
entre piernas
que se hablan
en silencios
que se gritan
en silencio
que respiran
entre nubes
entre noches
entre piernas
que se gritan.

No tengo nada que decir

mucho mejor.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

La muerte y la niña, Pizarnik (y foto de Chema Madoz)


Esta genialidad de Pizarnik en un principio iba a pertenecer a un homenaje a Lewis carrol que nunca fue.



La muerte y la niña

Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentados a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.

—Toma un poco de vino —dijo la muerte.

La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.

—No veo que haya vino —dijo.

—Es que no hay —contestó la muerte.

—¿Y por qué me dijo usted que había? —dijo.

—Nunca dije que hubiera sino que tomes —dijo la muerte.

—Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo —respondió la niña muy enojada.

—Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada —se disculpó la muerte.

Alejandra Pizarnik

(Tomado de «Devoción», en Prosa completa, edición a cargo de Ana Becciú, prólogo de Ana Nuño, Barcelona, Editorial Lumen, 2002, p. 31)

martes, 20 de noviembre de 2007

Estuve intentando extraer algo de mis sueños....
Tengo que salir de mi cabeza

martes, 13 de noviembre de 2007

¿para que? ¿por que?


¿Para que? Ahora
¿Para que? Nunca
¿Para que? Siempre
¿Para que? Si
¿Para que? No
¿Para que? Cuando
¿Para que? Donde
¿Para que? ¿Por que?
¿Por que?
¿Para que?
¿Por que?


Iba caminando el placer con su dolor, y el dolor con su placer


el dolor, de sentir placer

el placer, de sentir dolor








domingo, 11 de noviembre de 2007

cumpleaños


Ya son 20 años de existencia
Cambio de década





Veremos que pasa...

miércoles, 7 de noviembre de 2007

El Lobo Estepario







Paso a transcribir un fragmento del "Tractact del Lobo estepario" que se encuentra dentro de El Lobo Estepario de Herman Hesse.



Lo «burgués», pues, como un estado siempre latente dentro de lo humano, no es otra cosa que el ensayo de una compensación, que el afán de un término medio de avenencia entre los numerosos extremos y dilemas contrapuestos de la humana conducta. Si tomamos como ejemplo cualquiera de estos dilemas de contraposición, a saber, el de un santo y un libertino, se comprenderá al punto nuestra alegría. El hombre tiene la facultad de entregarse por entero a lo espiritual, al intento de aproximación a lo divino, al ideal de los santos. Tiene también, por el contrario, la facultad de entregarse por completo a la vida del instinto, a los apetitos sensuales y de dirigir todo su afán a la obtención de placeres del momento. Uno de los caminos acaba en el santo, en el mártir del espíritu, en la propia renunciación y sacrificio por amor a Dios. El otro camino acaba en el libertino, en el mártir de los instintos, en el propio sacrificio en aras de la descomposición y el aniquilamiento. Ahora bien, el burgués trata de vivir en un término medio confortable entre ambas sendas. Nunca habrá de sacrificarse o de entregarse ni a la embriaguez ni al ascetismo, nunca será mártir ni consentirá en su aniquilamiento. Al contrario, su ideal no es sacrificio, sino conservación del yo, su afán no se dirige ni a la santidad ni a lo contrario; la incondicionalidad le es insoportable; sí quiere servir a Dios, pero también a los placeres del mundo; sí quiere ser virtuoso, pero al mismo tiempo pasarlo en la tierra un poquito bien y con comodidad. En resumen, trata de colocarse en el centro, entre los extremos, en una zona templada y agradable, sin violentas tempestades ni tormentas, y esto lo consigue, desde luego, aun a costa de aquella intensidad de vida y de sensaciones que proporciona una existencia enfocada hacia lo incondicional y extremo. Intensivamente no se puede vivir más que a costa del yo. Pero el burgués no estima nada tanto como al yo (claro que un yo desarrollado sólo rudimentariamente). A costa de la intensidad alcanza seguridad y conservación; en vez de posesión de Dios, no cosecha sino tranquilidad de conciencia; en lugar de placer, bienestar; en vez de libertad, comodidad; en vez de fuego abrasador, una temperatura agradable. El burgués es consiguientemente por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley, la responsabilidad por el sistema de votación.

jueves, 1 de noviembre de 2007



Reverberancia de tus palabras en los ojos de cada noche
Silencio cantante que me brinda la nostalgia
De nunca haberte conocido